La llegada de la arquitectura moderna a Colombia, a finales de la década del treinta, constituye un brusco cambio estético y hasta ideológico. Una larguísima tradición de los lenguajes historicistas y eclécticos había condicionado en la élite económica colombiana, un gusto muy conservador y una lógica incomprensión de las tendencias racionalistas europeas. De modo que será la acción estatal de políticos liberales -y no el comitente privado-, quien le abra las puertas a la nueva tendencia. Se facilita así la entrada al país de arquitectos extranjeros y se funde la primera escuela de arquitectura (1936).
Los primeros ejemplos de arquitectura moderna se verán en la nueva sede para la Universidad Nacional, donde se evocará los lenguajes de las superficies planas, blancas, completamente desnudas de decoración, a la manera de Le Corbusier, así como las estéticas salidas del entorno de la Bauhaus. Las bases teóricas y urbanísticas de esta primera etapa se deben a los arquitectos Leopoldo Rother y Erich Lange. Las facultades de Arquitectura, de Derecho y de Ingeniería, serán los edificios más representativos. Las dos primeras facultades son obras de un grupo de arquitectos colombianos que trabajaron para el Ministerio de Obras Públicas. No así la de Ingeniería -la obra más destacada de los primeros años cuarenta-, que pertenece al arquitecto, diseñador y profesor italiano Bruno Violi, que también colaboró con el ministerio antes citado, y que fue la figura más influyente del mundo académico colombiano de la década del cuarenta.
En este breve panorama vale mencionar a los arquitectos Carlos Martínez y Nel Rodríguez. En sus obras -escuelas, teatros, centros comerciales-, ellos utilizaron elementos vernáculos como el ladrillo, la cubierta de madera y las tejas de barro, con una concepción de planos exteriores de apariencia racionalista.
Los años finales de la década del cuarenta, además de traer una sustancial mejora en la economía, vienen aparejado de un reconocimiento de las nuevas tendencias de la arquitectura internacional, y la confirmación de la influencia de Le Corbusier sobre los arquitectos modernos colombianos. De ello da fe la visita de este maestro a Bogotá, a propósito de la propuesta que le extienden desde Colombia para que formule un Plan Piloto para el Desarrollo Urbanístico de la capital. Su plan -idealista y ajeno a las realidades socioeconómicas del país-, con excepción de algún detalle, nunca se ejecutó.
Por su parte, la arquitectura moderna en Colombia durante los últimos años cuarenta, y la década del cincuenta, ofrece ejemplos notorios de dominio y de recreación del instrumental de los lenguajes internacionales. Tal es el caso, en Cartagena, del estadio de béisbol 11 de Noviembre (1947-1949) -de Ortega, Solano, Gaitán y Burbano-, donde los arquitectos desarrollan una sutil curva de ángulo cerrado, que va desde la base de las gradas hasta la cubierta. Elaborando dicha cubierta con bóvedas de membrana en hormigón armado. En definitiva, una obra de una complejidad técnica y un logro estético elevados.
Los años cincuenta serán testigos de la simultaneidad de los lenguajes arquitectónicos modernos: el racionalismo de Le Corbusier, un tropicalismo brasileño a lo Niemeyer, o un racionalismo de concepción norteamericana. Entonces nacieron muchas obras residenciales y comerciales, de factura moderna, con materiales de construcción y criterios culturales totalmente ajenos al medio colombiano.
Caso aislado de estos años finales del cincuenta lo constituye el barrio de residencias multifamiliares El Polo (1957-1963), ejemplo de soluciones arquitectónicas y urbanísticas con criterios estético-funcionales a destacar. Sobresalen de este conjunto la iglesia, el centro comercial y los espacios públicos que conforman el Centro Comunal diseñado por el arquitecto Germán Samper. Se distingue, también, el grupo de edificios multifamiliares de los arquitectos Rogelio Salmona y Guillermo Bermúdez. El uso de ladrillos bogotanos en volúmenes curvos -en los multifamiliares-, marcó el inicio de una nueva forma de hacer la arquitectura en Colombia.
Bajo el mecenazgo del Banco Central Hipotecario se construyó lo más destacado de los primeros años sesenta. Este patrocinio por parte de una entidad bancaria -al decir de la crítica-, se interesó por los buenos arquitectos y por aquellos diseños caracterizados por su calidad estética y tecnológica. Como resultado, este proyecto influyó en la elevación del "nivel cualitativo de la arquitectura de interés social en el país" (Téllez).
Serán las obras de los arquitectos Germán Samper, Rogelio Salmona y Guillermo Bermúdez, y de las firmas Robledo, Drews y Castro, y Ricuarte, Carrizona y Prieto, las que más se distinguen dentro de la esfera de la construcción colombiana de este período.
Otra obra notoria de la arquitectura colombiana -diseñada por el equipo de arquitectos de la firma Esguerra, Sáenz, Urdaneta y Samper-, es el Auditoriode la Biblioteca Luis Ángel Arango, del Banco de la República, en Bogotá. Sobresale su espacio interior, caracterizado por sus elevadas cualidades técnicas, acústicas y estéticas. De este grupo de arquitectos es también el edificio Coltejer, llamativo bloque de "gran purismo constructivo" que se construyó en Medellín.
A lo largo del período ha sido característico de la arquitectura colombiana -de reivindicación a escuela- el uso del ladrillo. Desde Gabriel Serrano, Fernando Martínez y Rogelio Salmona, hasta los arquitectos actuales.
Autor:
José Ramón Alonso Lorea
monografias
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